En el Día Internacional de la Mujer, la diputada federal Maria do Rosário, del Partido de los Trabajadores (PT), conversó con la Agencia Pública sobre su reciente victoria ante la justicia: el pasado día 19 (febrero), el Supremo Tribunal Federal (STF) mantuvo la condena por daños morales contra el presidente Jair Bolsonaro por el emblemático caso en el que él dijo que no la estupraría “porque ella no lo merecía”. El hecho sucedió en 2014, en la Cámara de Diputados, mientras Bolsonaro intervenía en la plenaria —y el político incluso lo repitió, un día después, en una entrevista concedida al periódico Zero Hora. La primera decisión desfavorable al ahora presidente ocurrió en 2015, cuando la justicia del Distrito Federal determinó que pagara 10 mil reales [un poco más de 2,5 mil dólares] a la petista, además de publicar la sentencia en su canal de YouTube —posteriormente, fue intimado a publicar la retractación en todas sus páginas oficiales y redes sociales y, también, en un periódico de gran circulación.
La batalla jurídica, que pasó por el Superior Tribunal de Justicia (STJ) antes de llegar al STF, no está oficialmente terminada —todavía cabe un recurso—, pero la parlamentaria considera que un paso importante fue dado. “Ver la sanción de ese señor por agresión verbal significa mucho en el sentido de derrotar a todos los agresores”, afirma.
La misma agresión ya había sido cometida hace más de diez años, en 2003, también en la Cámara de Diputados, cuando, además del insulto inicial, Bolsonaro la empujó y la llamó “vagabunda”. Para Maria do Rosário, los dos episodios están ligados al surgimiento de noticias falsas sobre ella que hasta hoy circulan en las redes sociales. En entrevista exclusiva con la Agencia Pública, contó que los ataques orquestados no solo la afectaron a ella, sino también a su hija. “Uno de los asistentes de él pasaba mensajes por WhatsApp a los grupos de los parlamentarios, y ellos se reían de mí y de mi hija”, revela. “Todos los ataques a ella fueron muy difíciles de superar, ella padeció, tuvimos muchos problemas”.
Además del caso, la diputada comenta del gobierno actual. Ministra de los Derechos Humanos en el gobierno de Dilma Rousseff (PT), Maria do Rosário dice lo que espera de Damares Alves, nueva titular de la cartera, habla sobre la nueva formación de la Cámara de Diputados y explica cómo ha sido la relación con la bancada del Partido Social Liberal (PSL), partido de Bolsonaro, sobre todo con las diputadas. “La Cámara siempre tuvo una tradición de mucha solidaridad entre las mujeres de todas las bancadas, siempre hubo un apoyo mutuo, y este año la bancada femenina no está organizada como estuvo en años anteriores porque es difícil lidiar con mujeres que entraron diciendo que van a atacar a otras mujeres”.
¿Cuál es el significado de esa victoria en el STF para usted?
Esa victoria es muy importante porque, cuando todo eso comenzó, el entonces parlamentario me transformó en blanco de una turba de personas que desvalorizan a los seres humanos y atacan a las mujeres. La verdad, no se trata solo de él, sino de un movimiento de odio liderado por él en Brasil contra todos aquellos que enfrentan sus ideas retrógradas. Ver la sanción de ese señor por agresión verbal significa mucho en el sentido de derrotar a todos los agresores. En el comienzo de ese proceso, Bolsonaro transformó mi imagen pública mintiendo, diciendo que yo era defensora de bandidos, de personas que habían cometido estupro, porque los hombres que agreden, como él, muchas veces usan ese expediente de colocar la culpa de la agresión en la mujer, diciendo que reaccionaron a alguna cosa. Esa respuesta jurídica, de haber sido condenado por daños morales y tener que retractarse, es también una forma de decir que él fue responsable de la agresión. No me gusta ser vista como la persona que fue agredida por él, prefiero ser la mujer que lo derrotó. Para mí es muy importante que ese no sea visto como un proceso mío, sino para que ninguna mujer sea llamada vagabunda, desvalorizada en su ambiente de trabajo o en cualquier lugar.
¿La victoria jurídica hizo que reevaluara ese episodio?
Sí. En 2003, cuando él me agredió en el Salón Verde [espacio de la Cámara de Diputados de libre acceso para personas comunes y periodistas, donde los políticos pueden hacer que sus proyectos y opiniones lleguen al gran público], registré el episodio en el Consejo de Ética de la Cámara y fue archivado. Más de diez años después, él repitió las mismas frases. Cuando eso sucedió, ya no confiaba más en el sistema parlamentario, en el que los diputados hombres se protegen a sí mismos, y resolví procesarlo en la justicia común. El significado de la victoria, para todas las mujeres, no solo para mí, es que nadie más puede esconderse detrás del fuero privilegiado [excepción que determina que los ocupantes de determinados cargos políticos en Brasil puedan ser solo juzgados por instancias específicas del poder Judicial] o cualquier otra cosa. Como diputado, él alegaba que podía decir lo que quisiera, entonces cambió completamente la jurisprudencia de eso: no, no se puede decir lo que quiera, no se puede usar su lugar político o de poder para oprimir a quien quiera que sea. Fue un cambio en la jurisprudencia brasileña muy importante en el sentido de que las autoridades brasileñas, principalmente ellas, también tienen que responder en procesos de esa naturaleza como ciudadano común, sin poder alegar privilegio en la tramitación o un supuesto derecho de libertad de ofender o fomentar el odio. En 2003, cuando archivaron la denuncia, me sentí muy impotente ante un parlamento machista. En 2014, con el apoyo de abogadas y abogados del movimiento de mujeres, procesé, en la justicia común, y vencí, vi que era posible derrotarlo. El problema de la humillación pública que no solo yo, sino todas las mujeres sufren, siendo atacadas sea en una ciudad pequeña o en una ciudad grande, es que el sinvergüenza que agrede a la mujer queda adherido a ella el resto de la vida, de una forma que siempre que la miran lo recuerdan a él. Comencé a reparar que la violencia política está muy presente: muchas mujeres en las cámaras municipales, asambleas legislativas e incluso en la Cámara de Diputados son irrespetadas simplemente por tener una opinión contraria a la de determinados hombres. No basta solo, entonces, que ocupemos más curules en el Parlamento o en la política, queremos hacerlo con respeto a nuestras opiniones.
Las redes sociales de Jair Bolsonaro se convirtieron en una importante herramienta de comunicación oficial —él utiliza sus perfiles personales para divulgar acciones de gobierno y hacer anuncios importantes, muchas veces dispensando del contacto con la prensa. El presidente será obligado a divulgar la retractación a usted en su Facebook y en su canal de YouTube. Específicamente sobre eso, ¿cuál es su sentimiento?
Creo que esa es una forma educativa para que todos los hombres que hacen eso sepan que, si su mito [como el presidente es llamado por algunos grupos de asistentes] tiene límites, ellos también lo tienen. Es solo ese mi objetivo, el dinero es simbólico, tanto que me he comprometido públicamente a distribuirlo para las mujeres —voy a decidir con el movimiento cómo hacer eso, si lo destino a algunas entidades o a diez mil mujeres para que quede como símbolo de que ese es un dinero de retractación por daños morales de un machista. Los daños morales nunca pasan y no hay dinero que lo pague. La única cosa que me interesa es lo simbólico de eso.
¿Desde que el episodio de la agresión sucedió, en 2014, usted y Jair Bolsonaro tuvieron algún tipo de contacto?
Nunca hablé con él. Ni en 2003, cuando era una joven diputada llegando a la Cámara y sucedió aquella agresión gratuita en el Salón Verde, ni durante todos estos años. No tengo estómago para dirigirme a una persona como esa, que me hizo tener que explicarle a mi hija pequeña lo que significaba la palabra “vagabunda”, porque sin querer ella vio aquello en la TV. Yo realmente nunca le dirigí la palabra y no pretendo dirigirle la palabra jamás. Pido, inclusive judicialmente, que la retractación sea hecha sin ningún contacto, porque creo que no es una figura que merezca de mi parte ningún gesto. No se trata solo de una opinión personal sobre lo que sucedió conmigo, sino también de lo que sucede con las personas LGTB, indígenas, negros y negras, todas las otras mujeres, Marielle Franco [concejala de Rio de Janeiro que fue asesinada el 14 de marzo de 2018 dentro del carro en el que estaba cuando regresaba de un evento], con personas que perdieron a sus hijos. A lo largo de esos años sé que ese señor fomentó fake news, que sus hijos las fomentaron, y atacaron a mi hija. Aquellos episodios de agresión son una partecita de lo que he pasado con los ataques de ese grupo —existe un grupo criminal detrás de esas fake news.
¿Por qué cree que usted se transformó en un blanco de Bolsonaro?
Inicialmente tal vez no era ni conmigo, era una rabia hacia las mujeres. Yo estaba allí defendiendo una idea. En aquél periodo, en 2003, era relatora del CPI contra la explotación de niños y adolescentes y estaba haciendo exactamente lo opuesto de lo que él decía, yo no estaba defendiendo —jamás lo defendería— a alguien que cometió un estupro; al contrario, denuncié a más de 250 personas, entre ellas autoridades públicas, vinculadas de alguna forma con las redes de explotación sexual. Visité 22 estados verificando la situación de niños víctimas de abuso sexual. Fui relatora y autora de las principales leyes brasileñas de combate a la explotación sexual, pero las personas no saben eso. Yo, que soy autora de esas leyes, terminé siendo atacada como defensora de bandidos, mientras ese sujeto que nunca hizo nada tuvo una imagen construida como si fuese capaz de enfrentar al crimen. Pero, si comparas las contribuciones al Brasil de cada uno de nosotros —y no solo las mías sino de otros parlamentarios— la diferencia es abismal.
Usted hablaba sobre los ataques de los que es víctima en las redes sociales. ¿Desde cuándo ocurren? ¿Considera que son orquestados? ¿Identifica algún cambio significativo en ellos después de que Bolsonaro fue electo presidente?
Considero que esos ataques fueron y son orquestados. Creo que son sincronizados, incluso, y tengo varios ejemplos de eso. Para mí, el inicio de ellos tienen que ver con el 2003 y la mentira contada por Jair Bolsonaro de que yo lo había llamado estuprador, lo que no hice. Él se paró en frente de mí como un histérico diciendo: “¿entonces tú estás diciendo que soy un estuprador?”, después me miró de arriba a abajo y dijo: “no te estupro porque no lo mereces” —como si él pudiese juzgarme a mí o a cualquier mujer.
Posteriormente, en una entrevista, él alegó la cuestión de la apariencia [Bolsonaro explicó su declaración en la conversación con el diario Zero Hora diciendo que ella no merecía ser estuprada porque era fea], de ser fea o no serlo —no le presto la mínima atención a la opinión de él o de quién quiera que sea—, lo que quiero decir es que él no tiene el poder, como hombre, y ningún hombre lo debe tener, de escoger mujeres que puedan ser estupradas. Él no tiene derecho de decir esas cosas en público so pena de formar una cultura del estupro, porque, más allá de todo, él es un líder político del país. Y creo que fue eso lo que hizo, ayudó a formar una cultura de poder y de estupro en Brasil. Después de aquello, cuando inventó las mentiras para justificarse por haberme llamado vagabunda, por haberme empujado, ahí las fake news comenzaron, como si yo hubiese defendido un asesino que mató a una muchacha [Roberto Aparecido Alves Cardoso, el Champinha, asesino de Liana Friedenbach]. Eso es una cosa absurda. Sinceramente considero que es una acusación vil contra mi persona, porque siempre me puse en el lugar de aquella muchacha y de aquella familia. Lo más difícil de todo eso fue que, con su crecimiento político, Bolsonaro fue creciendo también en el odio: cuanto más odio y fake news fomentaba, más fue creciendo y movilizando a los machistas y también a las personas desprevenidas que querían el fin de la violencia, con quienes la gente de los derechos humano tal vez no haya conseguido comunicarse. Ligar los derechos humanos con la promoción de la violencia es peor que cualquier otra fake news. Después, vi nuevamente crecer los mensajes cuando fui ministra de los Derechos Humanos y defendí la Comisión Nacional de la Verdad. Nuevamente me topé con él, que no es un representante de los militares constitucionales, sino del odio de la dictadura, de las fuerzas que torturaron, apresaron y mataron. Más allá de eso, presenté proyectos en defensa de las personas LGTB.
¿Hay algún episodio que destaque como el más grave?
¿Qué es peor para mí de todo eso? Los ataques a mi hija, a mi familia. Uno de los asistentes de él pasaba mensajes por WhatsApp a los grupos de parlamentarios, y ellos se reían de mí y de mi hija. Todos los ataques hacia ella fueron muy difíciles de superar, ella padeció, tuvimos muchos problemas, pero ella fue salvada por su fuerza y por su familia. La hipocresía de los que dicen que defienden la familia hacía que esos diputados distribuyesen entre sí imágenes hackeadas de una niña menor de edad. Lo que trato de decirte es que ella es una muchacha muy buena, feminista, tiene una conciencia absoluta de lo que nosotros vivimos y del porqué la mamá de ella es agredida. Superó el sentimiento de tristeza, aunque haya enfrentado en la escuela, en la calle y en el Uber, en todos los lugares, a personas que llaman a su madre del modo en que aquel sujeto la llamó. Incluso aunque hasta hoy tenga que oír esas cosas, ahora sabe responder.
¿Usted podría explicar mejor el episodio que involucró a su hija?
En la época de la campaña del “bella, recatada y del hogar” [en 2016, la revista Veja publicó un perfil de la Primera Dama en el que la caracterizaba con esos adjetivos. Como reacción, diversas manifestaciones explotaron en las redes sociales, sobre todo con fotos y memes ironizando la expresión; muchas mujeres, por ejemplo, publicaron fotos personales en situaciones, actitudes y poses contrarias a los términos, pero utilizándolos como leyenda irónica], mi hija hizo una foto con las amigas. La imagen, que estaba en su cuenta privada del Instagram, fue hackeada, publicada en otro país y distribuida en Brasil. Era una broma como todo el mundo hizo, y ella era una adolescente de 15 años. La comparación era siempre la siguiente: esa es la hija de Maria do Rosário, y, del otro lado, ese es el hijo de Bolsonaro. Los diputados se pasaban aquello entre sí y terminó llegando a las redes sociales. Hace algunas semanas, sucedió de nuevo: creo que le pagaron a una actriz para hacerse pasar por ella defendiendo traficantes. No es ella, solo que, cuando anda por ahí, las personas la atacan por esas cosas, así como me atacan diciendo que hice un proyecto para que las personas se casaran con animales, o que fui a buscar a Suzane von Richthofen [joven condenada a 39 años de prisión por haber planeado el asesinato de los papás, ejecutado por el novio y el cuñado, en 2002] en la cárcel. Son cosas absurdas. No es casualidad. En la semana en que el Ministerio Público de Rio de Janeiro hizo público que en el gabinete de Flávio Bolsonaro trabajaban milicianos posiblemente ligados a la Oficina del Crimen, salió una fake news que decía que la mamá y la hermana del hombre que le dio una puñalada a Bolsonaro trabajaban en mi gabinete. ¿Aquí entre nos, eso es casualidad? No lo es. Sé muy bien qué es ser atacada. Pero también sé qué es resistir.
Las últimas elecciones modificaron el perfil de la Cámara de Diputados, que ahora tiene más militares y religiosos. La presencia del PSL, partido del presidente, también aumentó considerablemente en la Casa. Como diputada, ¿usted ya siente en la práctica los efectos de ese cambio? ¿De qué manera?
Una vez un joven diputado le habría preguntado a Ulysses Guimarães [abogado y político brasileño, conocido por su actuación contra la dictadura y por la redemocratización del país] —y de eso siempre se habla en los pasillo de la Cámara: “¿Esa legislatura está difícil, no, doctor Ulysses?”, a lo que él respondió: “Hijo mío, espere la próxima”. Yo miro esa legislatura queriendo que Ulysses no tenga razón, que ella sea el clímax de la despolitización de Brasil. Brasil necesita de una cultura política democrática, el hecho de no tener, de no haber una cultura en la que las personas fiscalicen y reivindiquen sus derechos en el servicio público, en el transporte colectivo, en la escuela, reivindiquen la calidad de los derechos, hace que la Cámara de Diputados viva ese momento en el que abriga a la élite del atraso. Si estamos allí por algún motivo, es para que seamos oposición: una oposición calificada, que busca diálogo con los sectores pensantes de la sociedad brasileña.
¿Pero en términos de la rutina de los procesos de la Cámara, usted ya sintió alguna diferencia?
Veo que el toma y dame solo aumenta, cuanto menos calidad política hay en la actuación parlamentaria, aumenta más el clientelismo. Hay una situación nueva en la política: a quien se eligió como presidente no fue electo por su formación o capacidad, entonces hay una disputa en el plenario de quién se muestra más cercano al perfil del presidente. ¿Usted imagina un grupo de parlamentarios disputando entre sí quién dice más ataques e improperios contra el otro, sin estudiar proyectos, que usa el micrófono y los corredores solo para atacar? Ya tuvimos de todo, incluso hasta entre mujeres. La Cámara siempre tuvo una tradición de mucha solidaridad entre las mujeres de todas las bancadas, siempre hubo un apoyo mutuo, y este año la bancada femenina no está organizada como en años anteriores, porque es difícil lidiar con mujeres que entraron diciendo que van atacar a otras mujeres.
¿Cómo ha sido su relación con las diputadas del PSL?
No hay relación todavía. Toda parlamentaria, así como yo, fue recibida en la Cámara de los Diputados por Jandira Feghali, Benedita da Silva, Luiza Erundina. Yo estoy a la disposición, junto a esas colegas, para recibir bien a todas las diputadas. Pero, si vienen con agresión, no serán consideradas.
¿Entonces hay interés de dialogar, en el caso de que exista respeto?
Interés de diálogo político, con esa línea de gobierno, ninguno. Siempre conversé con personas con las cuales discrepo, pero con esa línea de “voy a golpear, voy a dar un puñetazo” no es posible. En estos días había un proyecto que citaba a Nise da Silveira [renombrada médica psiquiatra brasileña que se manifestó radicalmente contra los tratamientos de su época que consideraba agresivos] y una persona del PSL dijo en el micrófono: “busqué en Google el nombre de esa señora y decidí que ella no merece ese homenaje”. Querían impedir la votación del homenaje a Nise da Silveira, una de las mayores conocedoras de salud mental en Brasil, premiadísima, alumna de Jung. Es difícil lidiar con eso, hace falta cultura general.
La nueva legislatura cuenta con un número más elevado de mujeres —antes eran 51, ahora son 77. ¿Qué significa eso en la práctica? ¿Las mujeres componen una bancada en el sentido de proponer y luchar por pautas comunes —al menos algunas?
La bancada femenina es una institución de la Cámara de Diputados antes incluso de ser reconocida como tal. Ella viene del “lobby del labial” [alianza suprapartidaria que sirvió de enlace entre los constituyentes y los movimientos de mujeres] del periodo constituyente [Asamblea Nacional Constituyente de 1987-1988], que aseguró dentro del texto constitucional la igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Esas mujeres hicieron una trayectoria, y hace dos legislaturas fue creada una estructura. La Cámara cuenta con el reconocimiento de la bancada femenina a través de una estructura de funcionamiento, con la Secretaría de la Mujer, Procuraduría y la Comisión de la Mujer. Siempre hubo composiciones de todas las líneas ideológicas, y las feministas siempre estuvieron junto con las mujeres no feministas para defender pautas en común, como el enfrentamiento de la violencia y la igualdad en el trabajo. Ahora vamos a tener una reforma de la Providencia, ¿y cómo es que la mujeres se van a posicionar? Somos las más afectadas en la reforma de la Providencia. No sé si tenemos condiciones de mantener el funcionamiento de la bancada femenina como ya existió si lo que está en juego es la propia Constitución, que fue lo que nos unió hasta ahora.
El PSL está en el centro de un escándalo de candidatas naranjas [escándalo revelado en febrero y bajo investigación en el que partidos son acusados de inscribir candidatas sin la intención de que ellas fueran electas, solo para afectar la cota de candidaturas femeninas y tener acceso al fondo electoral]. El presidente nacional del partido es acusado de estar envuelto en el esquema. En entrevista con la Folha, él dijo que “la política no es mucho de la mujer”. ¿Cómo ve todo eso? ¿Y cómo esa visión se refleja en la actuación parlamentaria del partido y en el propio gobierno de Bolsonaro?
Lo que me preocupa en ese escándalo es que, una vez más, las mujeres fueron irrespetadas. Esa lógica de que la política no es de mujeres es una tentativa de justificar el desvío del dinero que nosotras conquistamos justamente para intentar dar un equilibrio entre hombres y mujeres en la Cámara de Diputados [la ley obliga que los partidos destinen 30% de los recursos del fondo partidista y del fondo especial de campaña para candidaturas femeninas para aumentar la presencia de mujeres en la política]. Lo que está detrás de esa frase es la apropiación del dinero destinado a las mujeres. Esa es una cuestión que los tribunales tendrán que ver, que envuelve responsabilidad de los partidos. Quien haya cometido errores o crímenes en relación con eso va a tener que responder, pero lo que me preocupa más es que quieran acabar con los derechos que conquistamos como mujeres. El sistema de financiamiento que asegura recursos para las mujeres sirve justamente para que dentro de los partidos no exista un poder impidiéndonos ejercer los mandatos y que haya un equilibrio de recursos. Eso garantizó un aumento de la presencia femenina en el Parlamento, independientemente de partidos. En el propio PT eso fue importante para nosotros. Eso nos muestra que el sistema es bueno, lo que no es bueno fue el uso que el PSL, en este caso, hizo como partido. Pero ya estoy viendo a gente diciendo que el sistema no funciona, porque quieren, en verdad, acabar con algo importante para las mujeres, que significa disminuir los plazos para que tengamos igualdad de presencia política en el país. Ellos driblan la regla, usan el dinero de las mujeres y ahora van a querer quitarlo definitivamente para que no necesiten ni tener que responder por una regla.
Hay apenas dos mujeres entre los ministros de Bolsonaro, una de ellas es la pastora Damares Alves, titular de la cartera de Mujer, de la Familia y de los Derechos Humanos. ¿Cuáles son sus expectativas en relación con la actuación de Damares en ese frente, sobre todo en relación con los derechos de las mujeres?
En cuanto a la situación personal de ella, tuve la oportunidad de solidarizarme públicamente, porque realmente no se puede dejar de ser solidaria con la situación de una persona que relata haber sido víctima de actos graves de violencia, como el abuso sexual. Como mujer y como persona, ella tiene mi solidaridad. En el aspecto político, creo que la cartera ministerial está siendo desmontada. ¿Dónde está la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Esclavo? Quedó allá, atrás. ¿Cuál es la actuación para garantizar que los fiscales del trabajo y la policía consigan enfrentar el trabajo esclavo? ¿Cuál es la inversión con la que cuenta la Comisión sobre Muertos y Desaparecidos? ¿Cuál es el trabajo hecho ahora, en el carnaval, para enfrentar la explotación sexual de niños? ¿Por qué el Consejo Nacional de los Derechos de las Personas con Deficiencia lanzó una carta diciendo que cerraría las puertas, ya que no podría hacer reuniones en el próximo periodo? ¿Por qué fue extinto el Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional? ¿Qué sucede con los programas de protección al testigo —el Provita [Programa de Protección al Testigo], el Ppcam [Programa de Protección a Niños y Adolescentes Amenazados de Muerte]? ¿Y el Programa de Protección a los Defensores de Derechos Humanos? ¿Qué se está haciendo? ¿Por qué los indígenas están siendo atacados y por qué, cuando sucedió la matanza en Rio de Janeiro [13 personas fueron asesinadas por la Policía Militar durante una operación en los morros de Fallet-Fogueteiro, Coroa y Prazeres, en la región central de Rio de Janeiro, el día 8 febrero] —en la cual las personas recibieron más de 40 tiros, según el Ministerio Público en investigaciones preliminares—, no hubo una palabra del despacho de Derechos Humanos? ¿Dónde estaba el ministerio ante la cuestión de Brumadinho? Cada uno de los que antecedimos a la ministra Damares intentó hacer su papel, y no veo que esté sucediendo cualquier cosa en ese sentido. Pero también no creo que sea responsabilidad de ella, porque, la verdad, ella tiene un jefe que está contra los derechos humanos. Nadie va a hacer nada que el presidente de la república no quiera.
En menos de una semana, el asesinato de Marielle Franco cumplirá un año sin solución [la muerte de la concejala cumplió un año seis días después de esta entrevista, el día 14; en el día 12, dos hombres, un policía militar retirado y en ex policía militar expulsado de la corporación, fueron aprehendidos preventivamente por el asesinato. Todavía se investiga quiénes son los autores intelectuales del crimen]. Vivimos todavía una época de cuestionamiento de las causas que ella defendía [después de la muerte de la concejala, noticias falsas sobre su persona rodaron por la Internet]. ¿Cuál es la importancia de mantener viva su memoria?
¿Por qué no tenemos respuestas sobre la muerte de Marielle? Voy a decir algo que no he dicho en ningún lugar, pero es un sentimiento: no es posible que un crimen así suceda sin que agentes del Estado tengan alguna relación con él, sin que la política y la acción de grupos organizados estén actuando en conjunto para intentar impedir que la verdad aparezca. Yo realmente pienso que esa morosidad dificulta, pero muestra, como en el caso de Amarildo [a mediados de julio de 2013, el obrero Amarildo de Souza, de 43 años, desapareció después de ser detenido por la policía militar. Su desaparición se tornó foco de protestas contra la tortura y la violencia policial, a lo largo de 2013 y 2014. En 2014, 25 policías fueron juzgados, y 13 condenados, por los crímenes de tortura seguida de muerte, ocultamiento de cadáver y fraude procesal], que las responsabilidades están siendo ocultadas a la sociedad. Mantener la memoria de Marielle es mantenernos vivos. Si no conseguimos mantener viva la memoria de Marielle, todos nosotros también somos blanco. Nosotros no conseguimos proteger a Marielle, como no conseguimos proteger a las muchachas negras y a todos los atacados. Si ella fuera olvidada, simbólica y físicamente nosotros también somos blanco. Todos los que disienten, todos los que se atreven. Simbólicamente, hoy es Marielle la que nos protege, porque su muerte y la búsqueda de la verdad mantienen alguna movilización en torno a los ataques a los defensores de derechos humanos. Nosotros nos debemos a nosotros mismos, a ella y al mundo una respuesta sobre eso.